En Texas ha aumentado el interés de las empresas por enterrar dióxido de carbono en sus yacimientos petrolíferos, lo que sitúa al Estado a la vanguardia de un programa subvencionado por el gobierno para luchar contra el cambio climático.

Pero el bombeo de CO2 al subsuelo podría agravar los terremotos y los reventones de pozos que ya se están produciendo en la cuenca del Pérmico, mientras Texas lucha por gestionar la eliminación de aguas residuales, lo que podría socavar el apoyo público.

"Sin una supervisión legítima de las inyecciones subterráneas en Texas, esperamos más explosiones de pozos tipo géiser, socavones, fugas de pozos taponados y sin taponar, y terremotos inducidos por inyecciones", declaró Virginia Palacios, directora ejecutiva de Commission Shift, un grupo de vigilancia de Texas que aboga por una supervisión más estricta de la industria del petróleo y el gas.