También existe el temor de que la nueva actividad de perforación y fracturación hidráulica -así como los pozos de evacuación de agua salada asociados- interfiera cada vez más con los emplazamientos de pozos más antiguos y los rompa, amenazando la calidad del aire y los suministros de agua a menudo sin problemas visibles en la superficie, dijo Virginia Palacios, directora ejecutiva del nuevo grupo Commission Shift centrado en reformar y financiar mejor la Comisión de Ferrocarriles de Texas que supervisa la normativa estatal sobre petróleo y gas.
Espoleada por la revolución del esquisto y liderada por Texas, la producción de petróleo estadounidense se disparó de 5,5 millones de b/d en 2010 a un récord de casi 13 millones de b/d a principios de 2020, aunque desde entonces la producción ha caído a unos 11,3 millones de b/d. Pero esta oleada de crecimiento no se ha producido sin altibajos cíclicos, como las caídas de 2014 y 2020 y la actual pandemia de coronavirus, y con cada desaceleración llegó una oleada de quiebras y consolidación.
"Cuando estas empresas quiebran, cada vez son más los pozos huérfanos que el Estado tiene que tapar y limpiar", explicó Palacios. "Hay mucha actividad en el Pérmico, y eso plantea un problema de gestión de residuos en nuestro estado".
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